Tenemos espadas como labios –que dice Aleixandre; versos como espadas; labios como
versos, que brotan, creados, enteros, rescatados. Es pronunciarlos y sentir una emoción que nos sitúa frente a frente ante el abismo de las palabras. Todos, en mayor o menor medida, arrastramos en nuestras vidas versos que se nos han quedado grabados a fuego en la memoria. Desde versos populares, aprendidos en la infancia, hasta aquellos otros que llegaron en el colegio o instituto. Al formar parte de nuestra memoria estos versos son nosotros mismos, porque nos acompañan a lo largo del viaje y echamos mano de ellos cuando los necesitamos. Es una ayuda importante saber que están ahí y que nos conforman el pensamiento ante situaciones vividas. Nos complementan. Descubrimos ahora esa maleta repleta de metáforas y juegos estilísticos que nos hacen ser un poco más humanos, un poco más grandes en el granito de arena que somos.
Es más que probable que mis primeros versos aprendidos fueran unos de Gª Lorca que hablaban de los lagartos. Paradójicamente, ahora vivo en una tierra en la que estos animales están al acecho de nuestra mirada. Los lagartos aparecen por doquier cuando menos te lo esperas:
El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.
El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos. […]
Me gustan estos seres que son capaces de transformarse ante la pérdida y que nos vinculan con una parte antigua, casi prehistórica, diría yo.
Lorca se me cuela en esos filtros de la memoria como uno de los poetas esenciales de mi niñez, especialmente en su Romancero gitano.
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando. […]
Desde luego que muchos de estos poemas no los conozco por completo de memoria (no los tengo asidos en su totalidad en el corazón, que dirían los hablantes de inglés), pero sí como flecos sueltos en algunos versos imposibles ya de olvidar.
En el mar, paisaje fundamental desde que nací, me topé con Alberti y su Marinero en tierra:
El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
Cuántas veces he recorrido estos versos al verme muy lejos del mar, especialmente en el periplo que me llevó a vivir a Madrid durante dos años. O aquellos otros que circunscribí en un libro de texto del instituto:
Si mi voz muriera en tierra,
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera. […]
Más populares aún si caben son los del chileno Neruda, que no por manoseados, tienen aún la fuerza de los temporales:
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Una auténtica definición del poeta frente a la soledad y abandono de su amada. La soledad frente a su cuartilla. Muchos de nosotros habremos recorrido, sin pretenderlo, estos versos en las noches tristes.
Aquellos otros de Salinas, en los que se desprende de todo para adentrarse sin más vestimenta que los pronombres: el tú y el yo, en esa vida recíproca, amorosa, sin más complementos:
Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres! […]
‹‹Yo te quiero, soy yo.››
Este último verso de La voz a ti debida adquiere en mi vida significaciones míticas. No creo que se pueda expresar de una forma tan sencilla el sentimiento del amor, sea quien sea la persona amada. Yo soy yo, y te quiero, sin más circunstancias.
Nos podemos imaginar la fuerza de dos versos para un poeta como es Julio Llamazares. A mí se me quedaron grabados en mi saco de versos desde que tuve la suerte de acercarme a ellos:
Nuestra quietud es dulce y azul y torturada en esta hora./ Todo es tan lento como el pasar de un buey sobre la nieve.
Julio Llamazares en sus poemarios La lentitud de los bueyes y memoria de la nieve nos deja esta reflexión: ‹‹Yo pienso que todo lo que he escrito y todo lo que voy a escribir en mi vida es el primer verso de mi primer libro de poesía.›› De esta manera resume el poeta su estilo y su talante literario. Toda una declaración de principios poéticos, una manifestación de su forma de mirar la vida.
En este somero recorrido por aquellos versos rescatados me topo de bruces con el poeta asturiano Ángel González, sin duda uno de mis poetas predilectos que más ha contribuido a llenar de palabras mi memoria. En el amor, en la complementación con otro ser, recojo ese:
Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti; […]
Un ser exacto a ti, para repetirte y repetirte nos dice el poeta en una suerte de consagración entre el Amado y la Amada; un amor inacabable porque lo repetiría hasta el fin del mundo. Con eso, nos dice Ángel González, le basta:
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.)
¡Qué maravillosos versos estos señalados! ¡Qué principios para el amor! Su universo es suficiente con el ser amado. Como Pedro Salinas, no necesita de más ropajes para querer que el de la propia enamorada.
Un reto más difícil se le presenta a Luis Cernuda en Los placeres prohibidos en ese verso redondo y desgarrado:
Si el hombre pudiera decir lo que ama, […]
Es un verso rebelde, censurado para el resto que no ahonde en esa manera de sentir, no inefable, sino prohibida. El poeta no puede expresar su amor, de ahí que recurra a las metáforas más soterradas para decir que él ama, aunque sea rechazado y juzgado socialmente por ese amor. De nuevo un verso espigado entre terrenos de rencor. Justicia para el amor, la única libertad que me exalta,/ la única libertad por que muero.
El poeta y sus versos se hace solidario con todos nosotros. Para Gabriel Celaya La poesía es un arma cargada de futuro:
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto
para ser y, en tanto somos, dar un ‹‹sí›› que glorifica. […]
Efectivamente, la poesía es futuro y puede llegar a transformar el mundo, a transformarnos a nosotros mismos.
Pd: Les animo a participar en los comentarios para que dejen el rastro de aquellos versos que les han ayudado a conformarse tal y como son.
Me han gustado mucho tus blogs. En este, me parece muy tierno lo de Angel Gonzalez y recuerdo el poema del antano
ResponderEliminarTengo otros versos para tu artículo: "Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla...", me encantan!!!
ResponderEliminarPrecioso, como siempre... Mis primeros versos, el primer poema que recuerdo de niña, era uno de Rubén Darío: "Margarita, está linda la mar y el viento...", que estaba en un libro de mi padre... De mayor volví a leerlo y la verdad es que ese final religioso me decepcionó bastante, pero creo que fue a través de esos versos que la literatura llegó a mí...
ResponderEliminarpero bueno, hay tantos y tantos versos que forman parte de mi vida... "porque tú siempre existes dondequiera/pero existes mejor donde te quiero...", de mi poema favorito, "Corazón coraza", de mi Mario...