martes, 17 de enero de 2012

Niñas enfermeras, bailarinas o amas de casa. Niños médicos, bomberos o policías

Imagínense algo tan bonito como una clase de lengua y literatura con un grupo de alumnos y alumnas de 12 años.  Estos chicos y chicas que tengo la suerte de enseñar, son educados, pertenecen a un estrato sociocultural medio-alto y tienen un potencial oceánico para fantasear y divertirse.

En una de las clases surgió el tema tan recurrente de lo que les gustaría ser de mayores. Escribieron redacciones llenas de sueños, voluntad e ilusión en un futuro que ven prometedor y muy, muy lejano. Después de leer sus redacciones les mandé que escribieran en la mitad superior de una hoja cuáles eran sus profesiones elegidas. Más tarde les mandé que en la mitad inferior escribieran también qué profesiones les gustaría elegir de mayores en el supuesto de que en lugar de chicos fueran chicas, y viceversa. La polémica estuvo servida. De 28 alumnos/as tan solo dos mantuvieron las mismas profesiones en los dos casos.

Vamos a ver algunos ejemplos que hablan por sí mismos:
Elena dijo que le gustaría ser enfermera. Si fuera chico policía, médico o ingeniero.
Carmen señaló que a ella lo que le gustaría ser es fotógrafa profesional o tenista. Sin embargo, si fuera chico las profesiones que elegiría serían futbolista, abogado o jugador de béisbol.
Pedro escribió que informático o policía. Al pensar que era una chica cambió sus profesiones por las de profesora o azafata.
A Tomás le gustaría ser jugador de baloncesto o piloto de aviones, pero si fuera chica ama de casa, actriz, enfermera, profesora o azafata.
A María le gustaría ser veterinaria o patinadora. De chico bombero.
Francisco, por otra parte, quiere dedicarse a la arquitectura o al submarinismo, pero si fuera chica elegiría ser modelo.
Javier sería deportista, sin especificar. Al ponerse en la piel de una chica elegiría ser cocinera.
Estos son algunos de los ejemplos copiados literalmente de sus escritos. He cambiado los nombres de los chicos por aquello del anonimato. Como he señalado al inicio, estos niños, ya adolescentes, son muy educados, buenas personas e inocentes. Son nuestro futuro, nuestras esperanzas en un mundo mejor y más satisfactorio. Es un placer darles clase y sentir el pulso de la vida en sus ojos. Entonces, ¿qué es lo que sucede para que ya bien entrado el siglo XXI se sigan manteniendo este tipo de prejuicios dependiendo del sexo que tengamos?

Las estadísticas nos dicen que en el caso de nuestro país, España, sigue imperando un modelo machista en las relaciones laborales, el salario o el papel que desempeñamos según seamos de uno u otro sexo. Efectivamente, aún queda mucho camino por recorrer. Hemos avanzado en ciencia y tecnología a pasos de gigante. Cada vez visitamos más países, nos mezclamos interculturalmente con personas tan lejanas espacialmente que hace cien años sería impensable para un español medio; hemos conquistado cimas altísimas y el mundo es cada día un poco más pequeño, más conocido. Sin embargo, el lastre de la tradición del papel que debe asumir cada sexo parece mermado, pequeñito, estancado como lluvia atrapada en un caldero.

No tengo la fórmula ni sé qué solución habría que emplear para amalgamar el rosa con el azul. Aún se ve, en las tiendas de ropa infantil, esos dos colores divididos en estantes, tan monos, tan pulcros. A ver si vamos dejando un rato a nuestros genes en paz y aprendemos a pintar un mundo con más matices. Que para eso existen las paletas de colores.

1 comentario:

  1. He experimentado a menudo lo que cuentas.Los niños y niñas siguen inmersos en una cultura sexista y plagada de distinciones en función del sexo, sin plantearse siquiera el por qué.
    Los modelos en los que se miran son de por sí discriminatorios,tanto en el cine, televisión como en los juguetes destinados a ellos. El rosa y el azul los aprisionan en unos patrones desde que nacen y pocos reflexionan y se decantan por ser ellos mismos por encima de las presiones sociales que por desgracia aún pesan y mucho.

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