martes, 1 de noviembre de 2011

A dos metros bajo tierra y la levedad del ser

Del recogimiento interior de las culturas hispánicas en torno a la muerte, al carnaval de la cultura anglosajona por estas fechas, ha sido todo un abrir y cerrar de ojos. Y entiéndanme, con ello no quiero criticar ni desdeñar los ritos anglosajones y la estupenda fiesta que gira en torno a los muertos y sus mitologías, sino reivindicar ese sosiego que nos ha acompañado durante siglos.

El recuerdo, el diálogo que establecemos con aquellos que convivieron con nosotros, nos hace ser más leves y vulnerables y, por lo tanto, más humanos. Olvidarnos de la muerte, pasarla de soslayo como si no estuviera, no oír el tic-tac del péndulo que a todos nos aguarda, es, en mi opinión, perder la oportunidad de saborear más esta vida. El Tempus Fugit está en íntima relación con el cacareado y sobrevalorado Carpe Diem, por lo que para aprovechar este día hemos de ser conscientes de lo que en realidad somos: Polvo más polvo enamorado, que dice el poeta.

No conozco una serie de televisión que ahonde tanto en el dolor o el festejo de la muerte, según las distintas culturas, que en Six Feet Under (A dos metros bajo tierra) de la cadena norteamericana HBO. Es una serie de cinco temporadas magníficamente enlazadas y con un objetivo muy interesante y peculiar: mostrarnos cómo esa fugacidad de la vida es tan cotidiana que podemos llegar a convivir con ella en el sótano de nuestra casa. Esto es precisamente lo que le pasa a la familia Fisher. La matriarca, Ruth Fisher, junto con sus dos hijos y una hija adolescente, son los encargados de llevar la empresa familiar. Todos los capítulos empiezan con la muerte de alguien que es llevado hasta su casa para que le realicen el embalsamamiento y el duelo. De una u otra manera esa muerte (a veces natural, la mayor parte de las veces accidental) se va a entretejer con sus propias vidas conformando con ello una forma un tanto peculiar de relacionarse. Allan Ball dice sobre su serie:

Six Feet Under se refiere no solo a ser enterrado como un cadáver, sino a aquellas emociones y sentimientos que se mueven bajo la superficie. Cuando uno se encuentra rodeado de muerte, para hacer contrapeso a esto, hay necesidad de cierta intensidad en la experiencia, en la pulsión de escapar. Es el caso de Nate siendo mujeriego, es el caso de Claire y su experimentación sexual, es Brenda y su compulsión sexual, es David teniendo sexo en público con un prostituto, es Ruth teniendo varias aventuras amorosas - es la fuerza de vida que trata de abrirse paso a través de todo ese sufrimiento, dolor y depresión.

¿Cómo puede sobrellevar una familia entera el peso de la muerte en su día a día? Parece que esta es la idea que persigue a sus creadores en todas las tramas presentadas. El realismo más crudo, el humor negro, el delirio del dolor conforman cada uno de los capítulos con maestría y sensibilidad. Si somos capaces de ver esta serie, creo que podemos ser capaces de entender mejor esa levedad nuestra, reconciliarnos con nuestra condición y sobre todo ser más humildes.

En estos días en los que la muerte parece que nos acecha un poco más, aunque sea en forma de inocente calabaza, es en donde podemos entender nuestra esencia y nuestro sentido último. A mí, que me gusta el recogimiento de los cementerios y la quietud de las estatuas, me sorprende esa prepotencia del ser humano ante la muerte. Parece que esta es cosa de otros, la muerte innombrable. Todos, más tarde o más temprano, acabaremos teniendo parcelas de dolor, seres queridos que se mueren, enfermedades y, sin duda, un funeral que será el nuestro. Un exquisito funeral al que me encantaría asistir, porque sin duda, seré invitado.
Cementerio de Niembro. Asturias