El ser humano es capaz de distinguir miles, millones de colores según he leído. Sin embargo necesitamos de etiquetas que definan el mundo y por lo tanto a nosotros mismos y nuestra particular manera de mirar la vida. Nos movemos, en numerosas ocasiones entre dos polos excluyentes con todos los matices que puede haber detrás.
Recuerdo hace unos meses, con una amiga asturiana, con mi amiga Natalia, que jugamos como los niños a definir esos dos desdobles de la realidad de las cosas. Fue muy divertido. Así, yo por ejemplo decía “pera” a lo que ella respondía “manzana”. Fuimos mucho más lejos: gato/perro; café/té; Coca-cola/Pepsi; Nocilla/Nutella; otoño/primavera; pescado/carne; sol/luna; playa/montaña; rubio/moreno; prosa/poesía; cine/teatro; yin/yan; ópera/zarzuela; mar/río; derecha/izquierda; ciencias/letras; blanco/negro; rico/pobre...
Este, como he señalado, era un juego infantil. Lo pasamos de madre yendo tan lejos que casi alcanzamos el delirio. Nosotros éramos, sin embargo, conscientes del reduccionismo que estábamos haciendo. Pero era tan solo eso, un juego.
El problema viene cuando en el día a día seguimos anclados en esa simpleza de las dicotomías excluyentes y reduccionistas. Si observamos un poquito, nos damos cuenta del daño que nos puede hacer a todos esta estrecha forma de ver la vida por lo poco enriquecedor que es al no contemplar otros matices.
En los terrenos de la política, a modo de ejemplo, parece ser que una gran parte de la sociedad española solo ve dos opciones: la del PP o la del PSOE. Mucha gente no piensa o no quiere pensar en que existen más partidos que pueden defendernos igual o mejor que estos dos elefantes que mueven la macroeconomía del país. Esto es lo que se está reivindicando desde el necesario 15M, es decir, que sepamos ir más allá en cuanto a ideario político y rompamos esa barrera tan férrea que se ha creado y consolidado. No creo que sea bueno moverse en este simplismo político.
Uno de los peores lastres que ha tenido la historia de la humanidad ha sido el racismo, por argüir otro ejemplo. Parece que se decía: los blancos con los blancos y los negros con los negros. El tiempo ha demostrado que todas las barbaries cometidas han sido estériles, porque aún permanecen anclados tintes racistas entre muchos de los que a diario nos rodean, se ha dado un salto de gigante al estar permitidas las uniones. Las relaciones de amistad o de amor son más o menos aceptadas (depende del país del que hablemos, claro está) superando con ello el triste escollo de la sinrazón dominante en siglos pasados.
A pesar de los infinitos matices que caracterizan al ser humano y a sus extrañas relaciones sí que puede existir una etiqueta que nos diferencie; esta es la de gente buena y gente mala. De la misma manera que existe la bondad también la maldad y crueldad más absolutas crecen por doquier. Sin embargo, es en esa bondad y en esa maldad en donde continuamos encontrando distintas perspectivas y detalles.
Todos somos personas contradictorias. Tenemos aspectos positivos y negativos, y aquel que lo niegue es que se ha ensoberbecido en el valle de la omnipotencia y vanidad. Son precisamente los matices lo que nos caracterizan, porque por lo demás somos muy semejantes los unos con los otros. Buscamos en esencia lo mismo: encontrar un hueco que nos defina en nuestra existencia, querer ser y encontrar la relativa felicidad. La diferencia estriba en que es en esa búsqueda en donde unos lo hacen con honestidad y buen sentimiento y otros no desperdician su tiempo en mostrar el lado más amargo y cruel del ser humano.
La belleza, leí una vez, es poética. Seamos entonces poesía y hagamos de nuestras vidas algo poético, sin pretender reducirnos a simples etiquetas que lo único que hacen es consolarnos en un intento fallido de explicación de nuestras estructuras.
Recuerdo hace unos meses, con una amiga asturiana, con mi amiga Natalia, que jugamos como los niños a definir esos dos desdobles de la realidad de las cosas. Fue muy divertido. Así, yo por ejemplo decía “pera” a lo que ella respondía “manzana”. Fuimos mucho más lejos: gato/perro; café/té; Coca-cola/Pepsi; Nocilla/Nutella; otoño/primavera; pescado/carne; sol/luna; playa/montaña; rubio/moreno; prosa/poesía; cine/teatro; yin/yan; ópera/zarzuela; mar/río; derecha/izquierda; ciencias/letras; blanco/negro; rico/pobre...
Este, como he señalado, era un juego infantil. Lo pasamos de madre yendo tan lejos que casi alcanzamos el delirio. Nosotros éramos, sin embargo, conscientes del reduccionismo que estábamos haciendo. Pero era tan solo eso, un juego.
El problema viene cuando en el día a día seguimos anclados en esa simpleza de las dicotomías excluyentes y reduccionistas. Si observamos un poquito, nos damos cuenta del daño que nos puede hacer a todos esta estrecha forma de ver la vida por lo poco enriquecedor que es al no contemplar otros matices.
En los terrenos de la política, a modo de ejemplo, parece ser que una gran parte de la sociedad española solo ve dos opciones: la del PP o la del PSOE. Mucha gente no piensa o no quiere pensar en que existen más partidos que pueden defendernos igual o mejor que estos dos elefantes que mueven la macroeconomía del país. Esto es lo que se está reivindicando desde el necesario 15M, es decir, que sepamos ir más allá en cuanto a ideario político y rompamos esa barrera tan férrea que se ha creado y consolidado. No creo que sea bueno moverse en este simplismo político.
Uno de los peores lastres que ha tenido la historia de la humanidad ha sido el racismo, por argüir otro ejemplo. Parece que se decía: los blancos con los blancos y los negros con los negros. El tiempo ha demostrado que todas las barbaries cometidas han sido estériles, porque aún permanecen anclados tintes racistas entre muchos de los que a diario nos rodean, se ha dado un salto de gigante al estar permitidas las uniones. Las relaciones de amistad o de amor son más o menos aceptadas (depende del país del que hablemos, claro está) superando con ello el triste escollo de la sinrazón dominante en siglos pasados.
A pesar de los infinitos matices que caracterizan al ser humano y a sus extrañas relaciones sí que puede existir una etiqueta que nos diferencie; esta es la de gente buena y gente mala. De la misma manera que existe la bondad también la maldad y crueldad más absolutas crecen por doquier. Sin embargo, es en esa bondad y en esa maldad en donde continuamos encontrando distintas perspectivas y detalles.
Todos somos personas contradictorias. Tenemos aspectos positivos y negativos, y aquel que lo niegue es que se ha ensoberbecido en el valle de la omnipotencia y vanidad. Son precisamente los matices lo que nos caracterizan, porque por lo demás somos muy semejantes los unos con los otros. Buscamos en esencia lo mismo: encontrar un hueco que nos defina en nuestra existencia, querer ser y encontrar la relativa felicidad. La diferencia estriba en que es en esa búsqueda en donde unos lo hacen con honestidad y buen sentimiento y otros no desperdician su tiempo en mostrar el lado más amargo y cruel del ser humano.
La belleza, leí una vez, es poética. Seamos entonces poesía y hagamos de nuestras vidas algo poético, sin pretender reducirnos a simples etiquetas que lo único que hacen es consolarnos en un intento fallido de explicación de nuestras estructuras.
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