jueves, 11 de agosto de 2011

El Género Platero

     ¿Es la literatura infantil un género exclusivamente de niños? Circunscribir bajo cualquier etiqueta lo literario siempre me ha resultado muy didáctico y pedagógico; sin embargo, esto no quiere decir que sea lo más correcto o deseable. El conjunto de textos literarios que una sociedad determinada considera aptos para niños o jóvenes no lo delimita únicamente una franja de edad. Y menos mal, porque si no, nos hubiéramos perdido muchas obras, deliciosas, que no leímos de pequeños por diversos motivos. Estas lecturas las hemos podido disfrutar en todo su esplendor ya de mayores; quizás no con la misma inocencia e ingenuidad que teníamos cuando niños, pero sí con toda la aventura que supone leer y dejarse llevar. Podríamos decir, entonces, que esa literatura infantil y juvenil es aquella literatura que también leen los niños.
Me parecen acertadas las palabras de Robert L. Sheehan cuando habla de “El género Platero”. En mi opinión, recoge un tipo de literatura que se había quedado restringida a un mero marbete:
«Este nuevo género que puede llamarse el Género Platero, puesto que halla su manifestación más importante en Platero y yo, consiste en los siguientes elementos:
1.       Combinación de formas tradicionales expresadas en prosa lírica.
2.       Capítulos breves. Cada uno, una identidad completa en sí mismo.
3.       Niños o animales personificados como niños.
4.       Defectos mentales o físicos en los niños.
5.       Transmigración de las almas en los niños. Es decir, una fusión con otras formas de la naturaleza después de la muerte.
6.       Por implicación, una súplica o apelación por la justicia social.»
“El Género Platero de Juan Ramón Jiménez” en Cuadernos  hispanoamericanos, nº 376, 1981, págs. 731-743.
A Juan Ramón Jiménez le sorprendió la gran acogida infantil que tuvo su libro en América del Sur, cuando comprobó que era utilizado como texto en las escuelas. Si le sorprendió este dato, —intuyo—, fue porque a la hora de escribir el libro no pensó exclusivamente en un público infantil.
Esa nueva dirección que inauguró en cierta medida JRJ en la literatura infantil española encuentra paralelismos (con matices, claro está) en figuras como Gª Lorca o Ana Mª Matute.
En Lorca, por ejemplo, el aspecto principal de este género es el elemento panteísta de la fusión del alma del niño con las fuerzas de la naturaleza después de la muerte, como vemos en el “Romance de la luna, luna”.
[…]
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

De otra forma distinta, en Los niños tontos de Ana Mª Matute se encuentran paralelismos con ese Género Platero señalado: la brevedad y autonomía de capítulos, el lirismo, los defectos físicos y mentales de los niños, esa transmigración de las almas y una marcada conciencia social para con los débiles.

Obras extranjeras destacadas, relevantes en un panorama que en muchas ocasiones se ha reducido al ámbito de la infancia o adolescencia, también se podrían recoger en ese Género Platero. Juan Salvador Gaviota de Richard Bach, o El Principito de A. de Saint-Exupérie, o La Perla de John Steinbeck pueden tener todas ellas, aún con sus diferencias, un sustrato en común que las pueda vincular dentro del género estudiado.

Juan Salvador Gaviota es un canto a la libertad en su significado más esencial. Juan Salvador prefiere volar a comer, diferenciándose en este sutil aspecto de su bandada de gaviotas. Es por ello enajenado y marginado a la soledad de los acantilados, adquiriendo una interpretación cristiana de hondo alcance existencial. Pero la interpretación no solo es cristiana, sino que esta gaviota, estas gaviotas, conforman toda una malla alegórica con numerosas significaciones. Juan Salvador Gaviota es infantil en su concepción y maduro, muy maduro, en sus planteamientos. De ahí que la lectura tenga muchos ángulos interpretativos. Al igual que lo que ocurre con El Principito, encantador ser abstracto que deambula por el lugar de ninguna parte, compartiendo su soledad con el aviador, con un zorro o una rosa. Él, como Platero, se siente preocupado por el planeta; es un niño, que en resumidas cuentas, se interroga por todo aquello que ve y le conmueve…

En La Perla también nos encontramos con que el personaje principal es un niño, Coyotito, que sufre en sus carnes la sinrazón del progreso que determina las actitudes y sentimientos humanos. La perla es ese preciado bien que les va a sacar de la miseria, de la pobreza más absoluta. No hay sueño material que valga, —parece decirnos el autor—; solo existen los sueños de la fantasía, de nuestra “májica” realidad. Los adultos van a acabar matando a Coyotito, dejándonos un sabor de desesperanza y desilusión, de más miseria material y espiritual de la que al principio se nos presenta.

El mundo de la niñez, el progreso mal llevado, abocado al desastre, el ansia por volar, la marginación y la soledad,—la tentación de la soledad—, conforman estas pequeñísimas joyas literarias. Para descubrirlas necesitamos, sin duda, la llave de la imaginación que nos encontramos en la infancia. Usemos esta llave aunque los años  hayan ido pasando y la ternura de la infancia haya quedado como un recuerdo sepia.  


                                                                                                               
        

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