¿Cómo se llamaba? El poeta estaba dispuesto a levantar las mismísimas raíces de la luna para averiguar el nombre de aquella palabra que había saltado por la ventana al intentar apresarla. Había desaparecido de las gramáticas, de los diccionarios y de los poemarios exquisitos de su colección particular. Sin pensárselo dos veces bajó, pies espantando palomas, a la calle. Arrancó baldosas, andamios, paró a los taxistas. Nada. Observó las hojas muertas de otoño y siguiendo su rastro se dio de bruces con una alcantarilla. Allí, soterrada, estaba la palabra fugitiva: MEMORIA.
― Así me llamo ―dijo―, ahora ya me conoces, dime tú.
No le sobra ni le falta nada, mejor dicho imposible...
ResponderEliminarLucy
Sí, no creo que hagan falta más palabras. Solo gestos de solidaridad con todas las víctimas, sus familiares y aquellos que han sido sometidos a la tiranía de la sinrazón.
ResponderEliminar