jueves, 5 de enero de 2012

Mercadotecnia y libros, libros, libros

Hay muchas formas de decir y de no decir nada. Me explico. Voy a hablar de libros y de sus portadas o, en la mayoría de las ocasiones, de las contraportadas. Es muy común encontrarnos con un aspecto que me irrita sobremanera; no es otro que el de imprimir el código de barras. ¿No se ha inventado un sistema un tanto más neutro para la comercialización de un ejemplar sagrado, como es el libro? En ocasiones les pegan etiquetas como una muestra de solución del problema. Sin embargo, a veces creo que es peor, puesto que al despegarlas parte del papel se va con ellas quedándose el libro con una gran cicatriz que rememora las transacciones que se hicieron con él.
Pero hay otra cosa que me irrita aún más. Muchos libros aparecen con el precio grabado a fuego, sin etiqueta y sin nada. Directamente impreso en la contraportada con su P.V.P. expresado en euros, libras, dólares o la moneda que se tercie. Tengo por norma no comprar esos libros. Las personas que los han creado (y no me refiero al texto ni a los escritores) han demostrado un mal gusto que raya la grosería y un pragmatismo exacerbado. ¿Cómo se les puede ocurrir hacer eso con un objeto sagrado y mágico? Especialmente en libros de bolsillo hay una moda generalizada (no en todas las editoriales, menos mal) de ponerles en la portada, y bien grande, una cifra en colores llamativos sobre lo que vamos a pagar por el libro. ¡Qué horror! Sí, todos sabemos que los libros hay que comprarlos y que tienen, por supuesto, un valor en el mercado. Pero de ahí a intentar venderlos como si de patatas fritas se tratase hay un trecho muy grande. Insisto, me pone de mal humor esa falta de estética y refinamiento en un sector del mercado editorial.

Volvamos al principio. Hay muchas formas de decir y de no decir nada. Siguiendo con las estrategias de venta, las campañas de marketing son asombrosas dentro del mercado editorial. Me refiero a la publicidad que de los libros se hace. A veces esta publicidad es hermana de la estulticia más alta. ¿Cómo se puede intentar decir algo sin decir nada? Resulta que hoy día, casi todas las novelas que salen al mercado, por poner un ejemplo, son imprescindibles, necesarias y más que recomendables en nuestras bibliotecas. No hay publicidad que se resista a esta triple vertiente de palabras que ya resultan tópicas y manidas, desgastadas. Lo que las editoriales hacen, en bastantes ocasiones, es extraer el trozo más subjetivo y concluyente de algún crítico de bien que ha publicado sus impresiones sobre la novela en algún diario de prestigio. Diarios como El País, El Mundo, Público, ABC, Le Figaro Littéraire, ELLE, LIRE, LA Gaceta de los Negocios, The New York Times, Il Giornale y un largo etcétera, son la fuente principal de la que se nutren los estrategas publicitarios para vender más ejemplares. En ocasiones estos mismos medios de comunicación sacrifican muchas otras obras literarias de alta calidad no dándoles un espacio entre sus páginas porque, quizás, no van a ser tan vendidas como las que ellos presentan. No siempre esto es así. Pero las otras obras, vamos a llamarlas de segundo orden en su popularidad, aparecen recogidas en suplementos más especializados, a los que el público en general no accede con tanta facilidad.

Pero el tema que nos ocupa, una vez comentados los problemas de las pegatinas y los precios grabados con forja, son esos comentarios críticos que no dicen nada y que podrían ser puestos en una novela u otra y no caeríamos en cambios significativos. Son, por tanto, comentarios intercambiables entre las novelas. Pasen y vean:

1.      «Pocas novelas podemos calificar como imprescindibles.»

2.      «La materia que trata tiene en sí tal fuerza emocional y apela a principios éticos y humanitarios tan fundamentales, que basta por sí sola para proveer de interés el relato. No dice cosas en detalle nuevas, pero sí las dice con emoción y coraje.» SANTOS SANZ VILLANUEVA, El Cultural de EL Mundo.

¿De qué novela se trata? Estas palabras aparecen en la contraportada de una magnífica novela, cierto es, pero, ¿nos aportan algún aspecto relevante respecto a la misma? ¿No podrían  ̶ ̶ insisto ̶  aparecer reflejadas en muchas novelas de distinta temática y estilo?

Doy por sentado, como ya he comentado, que el crítico en este caso no tiene culpa alguna. Seguro que la crítica que él hizo es más que enjundiosa y de interés. No lo pongo en duda. Son los mecanismos de publicidad los que hacen perder fuerza a esos comentarios seleccionados y extraídos en aras de algunos intereses. Están, por lo tanto, manipulados.

Continuamos con nuestra retahíla de palabras vacías:

3.      «Una gran novela donde se confirman magistrales dotes de narrador.» Le Figaro Littéraire.

Por supuesto que es un comentario crítico muy revelador. Deducimos que ya ha escrito más novelas y que tiene unas grandes capacidades para escribir, cosa un tanto extraña al tratarse de una novela que ha sido editada en bastantes ocasiones.

4.      «Una novela impresionante, de una temible gravedad.» Le Figaro Magazine.

5.      «No se puede decir más en menos papel. Una grandísima novela. Regálenla.» La Gaceta de los Negocios.

Regálenla. Claro que me gusta regalar libros y todo lo que tenga que ver con la cultura. Quizás, para atreverme a regalarla debería, primero, leerla. No me fío de la cáscara de palabras con la que en tantas ocasiones adornan los libros. Demasiado ruido. Me quedo antes con una imagen sugerente a modo de paratexto. Y si no, siempre nos pueden quedar los clásicos. En ellos no hay tanta trampa. Los siglos nos lo atestiguan. Además no hace falta leerlos, porque como dice Ítalo Calvino, los clásicos nunca se leen, sino que se releen.
Nota: Para aquellos amantes de los libros, os dejo unos enlaces en este mismo blog sobre lo que para mí significan. Porque los libros tienen vida, y hay que saber cómo cuidársela:
http://www.juancarlosdelosreyes.blogspot.com/2011/07/la-vida-de-un-libro-iii.html

3 comentarios:

  1. Tengo un monton de libros, los amo. Sin embargo, hay que compartirlos. Por ejemplo, tengo una amiga que compra un libro y despues de leerlo lo ofrece a otros. Me parece una buena idea de un programa de reciclaje de libros. Danielle

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  2. Es una buena idea esa de compartir los libros, que estos fluyan entre unos y otros. Aún así, hay libros que no me desprendería nunca de ellos. Son algo así como compañeros inseparables de viaje. Un beso, Danielle.

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  3. Si, claro, hay unos libros que la persona sienta una conexcion fuerte y como si fueron ninos suyos, una adopcion es fuera de la cuestion, je je. Pero otros, puede ser util compartirlos. Por eso, intento ser espigadora. Un beso, Danielle.

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