miércoles, 14 de septiembre de 2011

Segunda espiga del verano: las marismas de mi pueblo

      Un arca de Noé a orillas del Mar Cantábrico. Nacer arropado de la majestuosidad de las marismas te abre un mundo a nuevos viajes ya desde la infancia. Estas marismas tienen secreto bajo su balsa, custodiado por especies de aves que nos recuerdan que todos migramos y que las echaremos de menos. Cambian. Las marismas dan la vuelta en cada estación y nos enseñan a mirar otras latitudes posibles. Un mundo en miniatura se descubre en cada rincón, en cada paso que das, hasta que poco a poco te adentras en el secreto: La belleza del saber mirar, los tesoros del mar aún por crecer. Un mundo latente por salir a la luz bajo la infatigable balsa, los vuelos de las grullas, los correlimos, las garzas, fochas o ánades.

3866 hectáreas de belleza se muestran al viajero, como perlas diseñadas por una naturaleza caprichosa en ensalzar su patrimonio. Estas marismas constituyen una ventana a los viajeros pintores, a los poetas, a los amantes del senderismo, a los gastrónomos, a los fotógrafos, o simplemente a aquellos viajeros que se dejan seducir por paisajes que miran y sienten como propios.



 
                                                                                              



                                                                                                                                                          

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